Fue una experiencia movilizadora vivenciar y sentir, individual y grupalmente, la fuerza regeneradora del mandala.
Aquí compartimos algunas reflexiones, expresiones y sentimientos de quienes allí estuvimos y que surgieron desde la circularidad de la danza...y de la vida.
Primera Parte: INICIACIÓN
El mandala es como la representación de la vida.
En las danzas mandalas la idea es perder el habla, no hablar y sólo bailar.
Escuchar con el ojo, mirar con el oído, sentir con el olfato, sentir el tacto con el olfato…variar tus sentidos y encontrar otros sentidos, encontrar un sentido común.
El afro es un viaje, y los mandalas lo son más todavía. Hoy trabajamos mandalas africanos todo el tiempo.
Debemos tomar consciencia de que la única forma que tenemos de defendernos de la tormenta, es buscando al otro. La tormenta es figurativa, la tormenta a la que aludimos es la tormenta profunda de uno. Es saber que uno puede contar realmente con el otro.
Regalemos una sonrisa, una caricia…realmente necesitamos hacerlo. Regalemos desde el fondo de nuestro corazón esa sensibilidad que está ahí latiendo.
Salgamos afuera y compartamos, demos aquello de lo que estamos llenos.
Este es el momento de sacar para afuera ese espíritu de luz que somos...Somos seres de luz, y somos capaces de transmitir esa luz.
En la parte exterior del mandala está el fuego, que quema todo lo negativo y a la vez empuja para el centro todo lo que se va generando y transformando. Así, sale lo que no sirve y se quema y se transforma en algo beneficioso para la vida.
La danza es alma no forma. Empecemos a bailar como sea, por más que la forma sea ridícula, aunque visualmente lo mío sea cualquier cosa, deformado...lo que importa es sentir que bailo. Sentir tranquilidad de bailar como te salga de adentro.
Sentía que estaba recogiendo demasiada energía de todos y que me faltaban huecos para poder liberarla, para poder también entregar un poco de lo que estaba recibiendo y expandir esto que me pasaba.
En la tribu me sentí serpiente. “Katari”, dentro de la cultura andina, quiere decir serpiente y es el equilibrio, el fuego, la pasión… es todo. Es también uno de los cuatro elementos de la cosmovisión andina.
En la tormenta me sentí muy identificado por eso, me sentí muy fuerte, sentí la energía de todos.
Me cuesta mucho darme permisos....para gritar. Y este es el espacio propicio para hacer lo que en lo cotidiano uno no se anima.
El grupo empezó desarticulado, viendo la forma, viéndose. Y de a poco entró en sí mismo, entró y llegó un momento en que fue creciendo la unidad y se notaba una única energía de grupo.
Proyectemos este mandala a la vida…
Segunda Parte: PROFUNDIZACIÓN
Ahora siento que tengo mucha más energía. Y tengo muchas ganas de reirme de felicidad...
El círculo te da la sensación del infinito.
Entonces algo logramos. Justamente ahí tiene que llegar el mandala. A esa sensación “chiclosa” de infinito, que no tiene ni comienzo ni fin.
Cuando sentimos que el movimiento es complicado, entonces interviene enseguida la mente para tratar de comprenderlo. Sin embargo, si te relajas, te das cuenta que es solo un juego de niños, que la mente complica y busca en la dificultad. La respuesta está en repetir el movimiento con el cuerpo.
El afro deja una fuerte sensación vibrante. Por eso, después de bailar afro, hay que “bajar” la energía sin perder lo que ya está: esa sensación de flote, de energía que está vibrando.
Mientras bailaba, por momentos sentía que por mi cuerpo pasaban otros seres; sentí algo así como la humanidad atravesándome el cuerpo.
Cuando me fui esta mañana me dolía hasta debajo de la lengua, hace rato que no bailaba tanto, intensamente y descalzo. ¡Se me abrieron las plantas de los pies! Y pensé que a la tarde no podría dar un solo paso. Pero al escuchar la música, los tambores te transforman y el dolor pasa a ser secundario.
El mandala me permitió sentir la coreografía, que muchas veces nos choca, desde otro lugar. La repetición constante hace que cada paso sea un mandala en sí mismo. Y así los pasos fluían naturalmente.
Imaginemos que es el último día, no del taller, sino el último día del planeta. Imaginemos que esta es tu única oportunidad de bailar ésa danza guerrera… Si sentimos este día como si fuera el último, no dejaremos de entregar todo, de dar todo.
Lo más importante de todo es la intención. Salgo de la intención a la emoción. Salgo de la emoción a la conexión. Salgo de la conexión… y así, recién al último, aparece el movimiento. Tenemos tiempo para darle forma al movimiento.
¡Tengan más hambre de baile, más hambre de liberar el monstruo!
Para las danzas guerreras vamos a necesitar mostrar más la piel, tener más piel afuera...una deshinibición total.
1 comentario:
HERMOSA EXPERIENCIA, SENSACION DE TRIBU, NO ESTAS SOLO, HAY MUCHA GENTE QUE ESTA SINTIENDO LO QUE VOS SENTIS, ESA ES LA IDEA DE LOS SEMINARIOS, SABER QUE HAY MUCHA GENTE EN BUSCA DE ALGO MAS ALLA DE LAS FORMAS ESTEROTIPADAS QUE BRINDA EL SISTEMA
GRACIAS POR EL ESPACIO
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